No sé muy bien que era lo que tenía esa historia, ni porque me gustó tanto. Podría profundizar un poquito más para que entiendan por donde sigue la cosa, pero no tendría sentido. Siempre he pensado que las reseñas de libros y los Trailer de películas pueden ser los relatos más ficticios del mundo. Es igual a cuando un amigo cuenta una película que acaba de ver y dice, cargado de pasión, distintas escenas, efectos, carros voladores, besos románticos, damiselas en peligro y una cantidad de elementos que, si uno intenta ponerlos en orden, no van a ninguna parte.
Leí uno de sus libros hace dos años. Era una novela que se llamaba Tic. Me la prestó un amigo que se llama Tim. Y, desde ese día, no he dejado de leer sus libros y columnas. Creo que lo hago porque siempre hay algo me hace reír mucho; Porque, como lo dijo en algún texto, comparto aquello de que “ser humanos es precisamente fingir que no está pasando nada malo nunca”; que es mejor sentir culpa antes de hacer las cosas “porque después no le va servir a nadie” y que nuestra historia –la de Colombia- parece la de un pueblo abandonado por la ley y “es increíble que no se hayan filmado acá más películas de vaqueros”
Cuando terminé Tic se la presté a mi hermana. Ella se acostó, la dobló como si fuese una revista y empezó a leerla. Luego, de un momento a otro, se destruyó y las hojas le cayeron sobre la cara. El autor de ese libro que me gustó tanto ha escrito hasta hoy cinco novelas, un libro de poemas, otro de cuentos y una biografía de Woody Allen. Actualmente escribe una columna “Lugares Comunes” en la revista Soho, y redacta, además, el espacio de cine en la Revista Semana.
Dos años después de que mi hermana destruyera ese libro, se lo di a su autor: Ricardo Silva Romero, para que se lo firmara a uno de mis mejores amigos, Tim. Lo hice en Bogotá, el mes pasado. Bastó escribir un correo para que me dejara conocerlo. Silva, como lo esperaba, es un tipo noble, sencillo. Que incluso organizó nuestro encuentro y pagó el jugo que me tomé en el café que nos vimos.
Aquel día, dijo que para comenzar sus novelas trataba de buscar y de conocer bien a sus personajes. Que por lo menos en Tic, con Sebastián Bernal, construyó un estereotipo de alguien –un abogado mala gente, arrogante, que se acostaba con la que pudiese- y a partir de ahí, como sucede en la vida real, trató de descubrir que ese alguien no era lo que creía. Que tenía los mismos miedos, frustraciones y sueños que podría tener cualquier persona.
“La idea para una novela que valga la pena, desde mi punto de vista, es tener un tipo estereotipable que uno vaya descubriendo que no es como uno creía. Como pasa en la vida real, uno tiene muy claro a alguien hasta que lo empieza a conocer y se da cuenta de que es básicamente igual a uno... uno conoce caricaturas y se da cuenta de que son personas”
Dijo, además, que a la hora de leer –y de opinar- sobre los libros, lo mejor es estar en una posición sino generosa, por lo menos justa. No decir, antes de comenzar “Este es mediático no lo voy a leer, este se ganó todo gratis no lo voy a leer”, que lo mejor, es arrancar sin prejuicios, meterse en el cuento. Que la literatura de ahora no es peor o superior a la de antes. Pero si es válido pensar que la literatura de ahora es la de nuestra época, la de la gente que nos habla directamente. Y piensa que así se debe empezar a leer, por lo cercano. Que se puede incluso, empezar a leer viendo televisión "uno no tiene que empezar a leer cosas complejas, sino metiéndose en el mundo de las historias sin jerarquias, pensando que le televisión es una berraquera y que el cine es una berraquera, y así, llega a libros divertidos y válidos"
Mi hermana nunca le pagó, como prometió, el libro a mi amigo –que también era amigo de ella-. Por eso hace un par de semanas le devolví -por segunda vez- a Tim el Tic, aun estaba destruido. Hay quienes han leído ese libro con las hojas saliéndose y cayéndose a pedazos. Yo me incluyo. A lo mejor por eso escribí este texto, que se parece a ese libro –no por lo bueno, sino por lo desordenado- Y por eso transcribí aquí, para compartir con ustedes, partes de lo que dijo Silva Romero ese día en que lo conocí, incluyendo ésta que pondré al final, que fue mi favorita:
“Los grandes textos de ficción lo que hacen es decirle a uno que no todas las personas son iguales, de hecho cada persona es única. Es pasar de lo abstracto a lo concreto. Leer una novela sobre una mujer no es sobre las mujeres, es sobre una mujer. Y ese esfuerzo de leer y leer le recuerda a uno cuando se está viendo con una persona que esa persona es así, concreta, y hay que respetarla como uno se respeta a uno porque es única de cierta manera. Es una cosa curiosa porque uno sabe que es único y, en esa medida, sabe que es igual a todos, pero no igual a todos desde el punto de vista político que es el de masificar, igualar, cosificar, y no hay individuos sino -el pueblo, la gente, las encuestas, los uribistas-…Me parece que la literatura y las ficciones en general son el ejercicio contrario a la política, a la política mal entendida. La literatura es recordarle a la gente que el gran esfuerzo de una vida es no dejarse masificar, ni manipular, no dejarse someter por las sociedades, por lo poderosos, por eso que le dice a todo mundo –usted es uno más, haga la fila-…Esa es la estructura de todos los libros, la historia de una persona que no se deja de un aparato diseñado para masificar, cualquiera que fuese. De eso se tratan los libros, de un tipo que no se deja, o que finalmente es aplastado por eso, si es una tragedia. O que triunfa, si es una aventura"
Ricardo Silva Romero