domingo, 4 de mayo de 2008

Las caras del Cielo

Recuerdo que cuando era niño y mi papá salía de viaje yo lo acorralaba con miles de preguntas para saber a dónde iba. Por cuál lugar de Colombia cambiaría lo bien que la pasábamos juntos. Y él, con sumo cuidado, me explicaba con sus manos, como dibujando un mapa en el aire, las carreteras, ciudades y pueblos por los que pasaría.

Cuando cruzaba la puerta se volteaba otra vez, riendo, terminaba por decir que iba por allá, por el culo de la mula. Y bueno, justo en esa clasificación geo-espacial de mi padre, podría quedar el Cielo, estoy seguro de eso.

Tubará es un municipio del Departamento del Atlántico. Municipio se le dice en Colombia a esos lugares que no son lo suficientemente grandes para ser considerados ciudades, ni tampoco, lo suficientemente pequeños para ser olvidados por el gobierno –Aunque podría pasar- También existen poblaciones pequeñas, que por estar cerca, dependen de los municipios y se les llaman corregimientos.

Y hay mucho más chicas, que hacen parte de los corregimientos. Uno de esos lugares es un pueblo pequeño llamado el Cielo, que hace parte del corregimiento El Morro, a 30 kilómetros de Barranquilla, hacía el norte, en algún lugar del Departamento del Atlántico, cerca de Tubará.

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Una señora morena y gorda estaba sentada a mi lado. Intentando ser un buen compañero de viaje, busqué su rostro y le sonreí. No desvolvió el gesto y perdió la mirada en el camino, en sus propias complicaciones. El bus amarillo que salió de Barranquilla, era la ruta que llegaba hasta Juan de Acosta, un pueblo cerca de Tubará y pasaba justo por la entrada del Morro.

Un vallenato sonaba tras otro sin dar tregua. La cabina del chofer bien podría haber sido la cuna para cuidar un bebé, tenía encendido un pequeño abanico que colgaba del techo, al lado de dibujos de la rana René, un osito y un pato de peluche que colgaba, y justo en medio, pegada, entre muchas cartas con corazones y letras coloridas, el rostro de Jesucristo.

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Jesús Paulino tenía 58 años y vivía en una casa del Morro que quedaba justo donde comenzaba al camino hacía el Cielo, una trocha muy inclinada por la que se debía subir cerca de media hora.

Sin pensarlo mucho se puso una camisa y me dijo que podía llevarme. Cuando caminábamos cuesta arriba me contó que era albañil en Barranquilla y que nació en otro corregimiento cercano, Juaruco, y que ahí cosechaba Guandú, Millo y Ajonjolí con su familia cuando era más joven.

El señor Jesús, como casi todas las personas del Morro, Juaruco y el Cielo, guardaba en su rostro los rasgos de un pasado indígena que se rehúsa a morir. Era descendiente de la tribu indígena Mocaná, que habitó e hizo suya esas tierras hace más de 300 años.



Jesús Paulino, justo cuando subimos el camino desde el Morro. Luego tomamos una trocha para llegar al Cielo.



El Cielo está a tan solo 150 metros sobre el nivel del mar



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En el Cielo había 16 casas, cada una de un color distinto, más vivo que el anterior, azul oscuro, verde, azul con verde, rojo, vino tinto, rojo con blanco, salmón, parece que cierto día un arcoiris hubiese perdido el camino a casa y buscándolo se estrelló con el pueblo. La arena era rojiza, suave y se mezclaba entre los dedos de quien andara descalzo sobre ella.

-Es que este es el cielo uno…
-¿Cómo así?, ¿hay otro pueblo cerca que se llama también el Cielo?
La señora Nestar soltó una carcajada –No mijo no, es que el otro es el de arriba, ese es el dos, cuando nos morimos aquí, vamos para allá-


La señora Nestar Blanco tenía cuatro hijos. En su casa, que estaba en el punto más alto el pueblo, vivía con ellos, algunos nietos y su esposo, Justiniano Blanco, de 54 años. Al igual que Jesús Paulino, el señor Justiniano era albañil en Barranquilla. Hace cuatro meses compró una moto, y su hijo mayor trabajaba con ella los fines de semana.

En el Cielo hay tres apellidos; Blanco, Gonzáles y Paulino. Todos los hombres del pueblo se han casado con sus primas segundas, terceras, y hasta cuartas si es caso. Todos se conocen, a la vuelta de la casa de la señora Nestar vivía una tía, su hermana y un cuñado. Del otro lado de su casa, en dos viviendas diferentes, un azul y otra roja, vivían dos primas.

-Alguna vez han terminado dos hermanos, o un sobrino y una tía; ¿enredados sin querer?
- Ah mijo aquí todos sabemos bien quién es quién. -respondió la señora Nestar sonriéndose - Pues cuando no hay con quien vienen hombres de otros pueblos, eso nunca ha sido un problema.

La señora Nestar, en la parte de atrás de su casa.

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Shirley Gonzáles tenía 24 años y se casó a los 16. Miraba de vez en cuando las noticias porque pensaba que aunque ella vivía bien en el pueblo, no podía ser indiferente al dolor de otras personas. Al cielo no llegaba ningún periódico.

Lo único que le quisiera cambiar al pueblo, es que el hospital más cercano, que queda en el Morro, abra todos los días las 24 horas, pues no ha podido tener ninguno de sus 4 hijos ahí y siempre le toca ir a otro pueblo. -El centro médico del Morro suele atender todos los días de 9 de la mañana a 3 de la tarde. No trabajan domingos ni festivos-

La casa de Shirley era azul, tenía dos cuartos, en uno dormía ella con su esposo, y en el otro sus cuatro hijos. En la sala había una mesa pequeña, y sobre ella, un televisor muy pequeño también. Los niños se la pasaban viéndolo casi todo el día.

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Willian está en el centro, Jhonier a su derecha, y el pequeño Edwin de brazos cruzados.

William y Jhonier tenían 7 años, Edwin 4. Los tres eran apellido Blanco. William era amigo de Jhonier y Edwin, que son hermanos. Los tres estaban al tanto mejor que nadie sobre los perros que muerden duro en el pueblo.

William vivía en Juaruco y se mudó al Cielo porque un día lluvioso su casa se cayó. Jhonier y Edwin estaban preocupados porque a la perra de la casa se le han muerto todos los perritos que nacieron hace poco. Temen, que se muera también, así como un año atrás murieron Violet y Cafam, la primera de vieja y la otra porque se quedó afuera mientras lloviznaba y luego se enfermó mucho.


***

Jhonier era un niño que vivía cerca de la casa de Jhonier Blanco, a diferencia de él, tenía el cabello corto y el color de su piel era moreno. Pero al igual que su tocayo, sabía bien por donde no podía pasar, por cual parte del camino estaban los perros que mordían duro.

Los niños no desaprovechan oportunidad para jugar un partido cuando aparece un balón...



-Puedes llevarme a un lugar bien alto donde pueda tomar una foto a todas las casas del pueblo juntas. -Le pregunté a Jhonier, el de cabello corto-
-Claro, si, yo sé dónde! -Respondió emocionado y me dijo que lo siguiera.

Nos desviamos del camino para evitar a Lucas, un perro negro, pequeño pero de dientes grandes, que una vez lo había mordido.

-No podemos pasar por ahí, es muy peligroso y muerde muy duro- Dijo susurrando.

Llegamos a un lugar de espaldas al pueblo, y emocionado señaló abajo, en el paisaje, a las casas del Morro.

-Pero mira no es un lugar no para tomar una foto al Morro, sino al Cielo, ¿sabes en dónde? Se quedó pensando, y al cabo de un rato se encogió de hombros y respondió
–hmmm...Pues ahí si no sé.

Y yo, después de caminar mucho con Jhonier, tampoco lo supe.

Cuando me iba comenzó a explicarme con sus manos, como dibujando un mapa en el aire, cuál era el camino para bajar a la carretera principal, a la que había ido unas veces con su papá para ir a Barranquilla.

-Me va tocar darme la vuelta para llegar a la casa. Me dijo
-¿Por qué lo dices? , le respondí, la verdad, muy intrigado por su cara seria.
-Porque tengo que pasar por ahí otra vez y ahí está él. Me dijo Jhonier, un poco preocupado
-¿Quién es él?

Y mirándome a los ojos, susurrando, dijo - Pues el ….shhhh…. ¡Lucas!-

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que te vaya bien en ese concurso y obviamente que lo ganes. Eres muy buen escritor.

Anónimo dijo...

Viejo si es pa un concurso de vender el lugar creo que debes darle más énfasis al luga mismo. Gente como esa hay en todas partes, pero ese lugar es único, plásmalo.

Anónimo dijo...

Al leerlo he recordado tantas cosas que se me ha puesto la piel de gallina. Para gente como yo que no vive en su país no sé si es necesario ser tan descriptivo con el lugar en si. De lo que si estoy seguro es que me haz hecho recordar que a pesar de todo naci en el cielo y que la gente no es normal, es especial!

rio de sal dijo...

¿Gente como esa?, creo que no estoy de acuerdo, lo que hace un lugar interesante no es solo el lugar en si mismo sino el contexto que lo envuelve, de que vale el sitio sin personas que lo configuren.

A mi personalmente me agrado mucho el blog y no creo que observaciones como "gente como esa" deban ser tomadas en cuenta, pues las personas son importantes para la definición de paisaje y espacio.

mis sinceras felicitaciones a tu trabajo y a tu blog.

Verónica

rio de sal dijo...

gracias alberto por pasar por mi blog y por el comentario, agradezco mucho tus observaciones y lo de la puerta voy a ver como hago para que todas las entradas se sigan viendo porque ha gustado mucho, un abrazo y nos seguimos comunicando.

ahhh, te doy estos enlaces para que veas mi trabajo.

http://www.homohabitus.org/
http://www.homohabitus.org/blog/
http://www.homohabitus.org/cocina/

un abrazo

verónica

Unknown dijo...

lo invito a que conzzca mi nueva casA
ahora vivimos en el mismmo barrio

http://www.tintodigital.blogspot.com/

Buena Muerte!!!